sábado, 6 de febrero de 2010

Instituto de Seguros contra accidentes de trabajo en el reino de Bohemia


En julio de 1908 Franz Kafka lograba un empleo en un instituto de seguros de Praga. Su sección de trabajo era la de “Prevención de accidentes y elaboración de recursos”. Su biógrafo y amigo Max Brod dice que para Kafka el empleo no debía tener nada que ver con la literatura:


La ocupación material y el arte de escribir debían permanecer totalmente separados entre sí (…) Lo que ambos anhelábamos intensamente era un empleo con “horario simple”, es decir, desde la mañana hasta las 2 o 3 de la tarde (…); tendríamos las tardes libres. Los empleos privados, con su horario de mañana y de tarde, no dejaban tiempo libre para el trabajo literario, paseos, lectura, teatro, etc. Y aun cuando se volviera a casa a las tres de la tarde: había que comer y reponerse un poco del trabajo antiespiritual; luego, cuando se deseaba llegar al estado de libertad, no quedaba mucho del día.


Siempre me ha preocupado qué relación establezco entre la vida y el trabajo, de qué forma entiendo mi ocupación profesional. Hay una visión que podríamos denominar “cristiana” del trabajo. Parte de la consideración de que es un castigo divino, de que si Adán y Eva no hubieran pecado no necesitaríamos trabajar (maldito sea el suelo por tu causa. Con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida. Génesis, 17). Esta consideración “negativa”, fatigosa, del trabajo conlleva avalorar todo lo que hacemos fuera del horario laboral. La imagen risueña del dominguero expresa esta satisfacción castiza ante el ocio y, aunque vagamente, late bajo la opinión kafkiana del trabajo.


Nunca he compartido esa visión del asunto. Ni la que considera malo trabajar ni la que plantea separar el trabajo y la actividad intelectual o creativa. Siempre he tenido ocupaciones laborales que me han apasionado. Y, por tanto, casi nunca he tenido demasiado tiempo libre, porque he metido el ocio (esto es, el disfrute) dentro del “negocio”. En eso no soy ni kafkiano ni cristiano.

2 comentarios:

Francisco José Najarro Lanchazo dijo...

El problema no es mezclar arte y trabajo, el peligro es mezclar arte y dinero,y la verdad es que el arte no se crea desde el hambre.

Saludos.

Anónimo dijo...

Hay una tercera vía, el que trabaja demasiado huye de su realidad más inmediata.