martes, 30 de diciembre de 2008

El pirata del Mediterráneo soborna a los generales de Franco


Acabo de leer Juan March El hombre más misterioso del mundo, de Pere Ferrer. Quien fue uno de los hombres más ricos del planeta, el mallorquín Juan March Ordinas, edificó su vida sobre el contrabando, el tráfico de armas, la financiación de opciones políticas con métodos espurios, el doble juego con los adversarios bélicos en las dos guerras mundiales, el apoyo a los golpistas en la guerra española, los sobornos y algún cadáver.

Me sorprende el alcance de su influencia. Buena parte de los personajes históricos españoles de la primera mitad del siglo XX en España no fueron más que marionetas en manos de este hombre. Colaboradores directos suyos fueron Alejandro Lerroux, José María Gil Robles, Santiago Alba. Y hasta algún periodista o literato, como Azorín, cedió su pluma a los intereses del oligarca. Los datos que aparecen en este libro sorprenden aún más si uno repasa la historiografía sobre la época y advierte las escasas menciones a este hombre. Si acaso se le recuerda por la financiación del Dragon Rapide o por la rocambolesca huída de la cárcel de Alcalá de Henares. Pero eso son anécdotas frente a su continuo manejo de la vida política durante la monarquía alfonsina, la república del Bienio Negro y el franquismo.

De todo lo que relata Ferrer en esta obra hay algo que me ha interesado vivamente: el soborno de una veintena de generales por parte del primer ministro inglés, Churchill, para evitar que el gobierno de Franco entrara en guerra contra los aliados. March, al mismo tiempo que ayudaba a los nazis con su flota de barcos, trabajaba de intermediario de los ingleses en esta operación, pagando a los militares incentivos hasta varios cientos de millones de pesetas de la época desde una cuenta de Nueva York. Ferrer sugiere que los beneficiarios de esos sobornos fueron, entre otros, los generales Aranda, Orgaz, Kindelán, Varela, Solchaga, Saliquet, Monasterio, Ponte, Tella y Espinosa de los Monteros. De esta forma, los generales aliadófilos (la mayoría de ellos también monárquicos y partidarios de Juan de Borbón) fundaban en razones crematísticas su pacifismo.

Al hilo del libro de Ferrer los medios de comunicación han recogido masivamente la información, pero no es la primera vez que sale a la luz. Creo que la primera noticia la publicó Denis Smyth en un artículo de 1991 con el título “Les Chevaliers de Saint George: la Grande-Bretagne et la corruption des généraux espagnols”. Después, en 1997, el historiador inglés David Stafford escribió Churchill and Secret Service. Haciéndose eco de este libro, el diario El Mundo divulgó en España la información en el verano de ese mismo año con una crónica titulada “Churchill sobornó a la cúpula de Franco para que España no entrara en la guerra”. Enrique Moradiellos, experto en las relaciones entre Inglaterra y España durante la guerra civil y la guerra mundial, recogió también los hechos en su Franco frente a Churchill, publicado en 2005, pero pasó un poco de puntillas sobre el asunto y la prensa no lo reflejó.

Aunque no sea ninguna novedad, aunque hayan transcurrido al menos diecisiete años desde la primera revelación académica y once desde la aparición en la prensa, es ahora cuando el soborno a los generales de Franco ha saltado a la opinión pública. De nada vale lamentarse de la afición de la prensa española a vender como nuevas cosas sabidas. El libro de Pere Ferrer ha tenido como principal virtud volver a fijar la atención en unos hechos muy importantes.

Pero terminaré con una “senabrina”, con perdón. Con un asunto “bombón” como el de Juan March no es normal que haya momentos en que el libro se caiga de las manos. Y es que el autor no ha sido capaz de evitar que se cuele en la obra parte de su tesis doctoral sobre el mismo tema. Ha cometido el error de no utilizar las notas a pie de página (en este caso a final de libro, siguiendo la nefasta costumbre de algunas editoriales) para descargar el texto principal de incisos y digresiones que acaban lastrando determinados pasajes. Ese descuido, llamémosle literario, es una vez más el error de un libro de historia, por otro lado estimable, como éste.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido JMª, no sabes cómo me alegra que "me" escribas...
Un abrazo y mejor 2009
JVI