domingo, 9 de diciembre de 2007

Burckhardt


... las actividades científicas son algo específicamente distinto que las artísticas, en cuanto que lo que un pueblo no alcanza en las ciencias seguro será logrado por otro pueblo o siglo, mientras que el arte y la poesía sólo dan una vez lo que ya nunca volverá a ser logrado.

Jacob Burckhardt, Historia de la cultura griega

lunes, 3 de diciembre de 2007

Castelao



Castelao ―escritor, artista y "padre de la patria" gallega― fue deportado a Badajoz en noviembre de 1934 por órdenes de Lerroux y allí estuvo hasta septiembre de 1935. Durante su estancia escribió una serie de artículos titulada “Verbas de chumbo” (“Palabras de plomo”).

No fue grato su paso por Badajoz ni dejó buena impresión Extremadura en su ánimo:

Estou na Siberia hespañola e n'unha vella cibdade amurallada que parece de cartón. Todo eiquí é pura escenografia e puro finximento. Queren ser andaluces e nótaselle que non-o son. Queren cantar flamengo e parecen de Lalín. Moito porco, algúns ricos, moitedume de famentos... Eu estou eiquí; pero non estou.
(Carta de Castelao a Xoaquin Lorenzo, 14-XII-1934)

Hoy en Santiago de Compostela, en la iglesia de Santo Domingo de Bonaval, en el Panteón de Gallegos Ilustres, he visitado su tumba. Había una corona reciente.

viernes, 30 de noviembre de 2007

¡Vivamos como galegos!



Ese es el grito final de este video que arrasa entre los internatutas gallegos y de un anuncio que tiene "envilmada" a la mitad de Galicia. Una promoción de la cadena de hipermercados GADIS convertida en un fenómeno social de reivindicación de la tortilla gallega, de la lluvia, del fútbol de la tierra y de la aldea. Un domingo sin aldea "no e un domingo", dice el anuncio. Me resulta curiosa esta manera cachonda y optimista de mirarse a sí mismos, tan distinta de los golpes de pecho y del desprecio mutuo que prodigamos en otras tierras. Es cierto, deberíamos vivir como galegos... En fin: reflexiones de un extremeño desde A Coruña.

martes, 27 de noviembre de 2007

La ternura de una historieta


Mi amigo Javier prefiere llamarlas “historietas” y no “comic”. Esta mañana, mientras amanecía, he ido leyendo en el tren una de ellas: el segundo volumen de Persépolis, una crónica autobiográfica de Marjane Satrapi en la que relata su infancia y adolescencia en el Irán de comienzos de los ochenta del siglo pasado. La intransigencia religiosa del islamismo más fundamentalista iraní en plena guerra con Irak. Me dicen que ya la han convertido en película.

Casi al final del cuaderno me topo con una viñeta que me conmueve. La joven Marjane observa a su abuela mientras ésta se desnuda y advierte que le caen jazmines de los pechos.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Tiempo perdido


El viernes 16 de noviembre estuve en Badajoz en una mesa redonda con los otros tres ganadores del premio Arturo Barea: Gregorio Torres Nebrera, Cayetano Ibarra y Moisés Domínguez. Este último, con la intención según dijo de “dinamizar la mesa”, me recriminó públicamente ―sin que viniera a cuento― que en La amargura de la memoria hubiera denominado carro de combate al blindado que entró en Zafra el 7 de agosto de 1936, y llegó a insinuar que yo había dicho en mi libro que esa tanqueta cañoneó Zafra. Le dije que me parecía bien que pretendiera animar el cotarro pero no que lo hiciera a mi costa, y que no pensaba tener ninguna discrepancia con él allí sobre el asunto. Efectivamente, me equivoqué en el libro al utilizar los términos “carro de combate” para lo que no fue más que un blindado. En modo alguno pretendía así dar una impresión de mayor poderío al ejército que invadió la ciudad. Consideré, erróneamente, sinónimos ambos nombres. El blindado que entró en Zafra no era más que una furgoneta con cuatro chapas. En la segunda recriminación fue Moisés Domínguez el equivocado, ya que nunca en mi libro he dicho que desde el blindado se cañoneara la ciudad, pues los proyectiles partieron de la batería de 75 mm. que iba con la columna.

De todas maneras, me da la impresión de que hay algunos que cuando se señala la luna miran el dedo o que cuando se habla de los asesinatos y de la represión están más interesados en averiguar el tipo de arma utilizada. Más que historiadores, parecen expertos en archiperres.

Tras la mesa redonda se presentaba el libro que había ganado la última edición del Arturo Barea: Tiempo perdido. La guerra civil en Almendral (1936-1939), que yo suponía del propio Moisés Domínguez. Pero la sorpresa fue saber que el libro, aunque en su momento fue presentado en solitario al premio, lo firmaban otras dos personas, una de ellas miembro del jurado que le había concedido el galardón. La explicación de los hechos que se da en el prólogo es confusa y nada convincente:

Es preciso aclarar que inicialmente se concedió el galardón a Moisés Domínguez Núñez, por su trabajo Guerra Civil en Almendral. Con posterioridad, a petición de dicho autor, ante la ingente documentación que se ha descubierto sobre la contienda en esa localidad después de haber culminado su investigación, que en nada empaña el trabajo original, sino todo lo contrario: lo enriquece notablemente, solicitó la colaboración de los otros dos autores, Francisco Cebrián y Julián Chaves, que correspondieron afirmativamente a su llamamiento.

Digámoslo claro: que no estuviera presentable para su publicación es la única explicación verosímil para que un libro, con cuyo original una persona ha resultado premiada en un concurso, acabe finalmente firmado por tres. Según parece ha hecho falta la participación de estas otras dos personas para dejar el texto en estado de revista. Y si es así supongo que el texto original no lo estaba suficientemente. Mi pregunta es: ¿si la obra tenía tales deficiencias que no podía publicarse sin más, por qué fue merecedora del premio? ¿Quizás para evitar el descrédito que temían los patrocinadores de haberlo dejado desierto? Creo que hay más riesgo de descrédito si un premio como este se otorga indebidamente.

No dudo de la buena voluntad de todos: Moisés Domínguez, convencido de que así saldría un mejor libro; Francisco Cebrián y Julián Chaves, deseosos de colaborar en el mejor acabado posible de la obra, y los organizadores del premio, con ganas de que los libros que salgan con su sello tengan la calidad deseable. Pero la buena voluntad no enmascara los errores. Y este es uno de ellos. Flaco favor se hace al Arturo Barea con estos mejunjes y menos aún se lo hacen las personas involucradas. Si alguien gana un premio con un texto, debe ser esa persona quien firme su publicación. No hay vuelta de hoja; cualquiera que le demos es también tiempo perdido.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

La mina y la plaza de Almadén

Nunca había bajado a una mina y tampoco había dormido en el recinto de una plaza de toros. Las dos experiencias las tuve ayer en Almadén (Ciudad Real). Sólo había estado aquí hace veintitantos años, dando un curso de promoción de Universidades Populares cuando aún éste era el pueblo minero por antonomasia.

Lejano ya el esplendor de la mina, las instituciones y la población se empeñan en abrir otras fuentes de riqueza. He vuelto para ver las distintas actuaciones museísticas en torno al denominado Parque Minero de Almadén que se inaugurará a comienzos del año próximo. El Centro de Interpretación de la Minería, el Museo del Mercurio, la Cárcel de Forzados, el Museo del Hospital de Mineros, el Colegio de Hijos de Obreros, el Centro de Visitantes… forman un conjunto que se completa con la bajada al primer nivel de la antigua mina de mercurio, a cincuenta metros bajo suelo, donde se recrean algunas de las durísimas condiciones de trabajo de los mineros.

Abajo hay un goteo incesante de agua de lluvia filtrada. Escucho las explicaciones de Juan Altieri y de Bea García ―dos de los museólogos y técnicos que más talento han dejado en estos espacios―, y se me vienen a la cabeza otros lugares de España ―hay muchos― donde el trabajo no sólo provocó sudor, sino también sangre; sitios que contribuyeron a crear riqueza a través del trabajo forzado de quienes pagaron así su “desviación” ideológica o social: el antiguo campo de trabajo de Los Merinales, en Sevilla, donde estuve hace un par de semanas, o la mina de wolframio de Fontao, en Galicia, que visitaré a comienzos del mes que viene. En esos sitios se escenificó el tortuoso tránsito entre los esclavos y los asalariados.

Por la noche duermo en un hotel edificado sobre las antiguas casas de mineros que formaban la exagonal plaza de toros de Almadén. Afuera sigue la lluvia y, entre sueños, se me hace estar aún abajo, junto a la riqueza antigua y la indignidad.
A Diego Espinosa, en devolución de un presagio

domingo, 18 de noviembre de 2007

Cuarta Plata

Hace ya un mes, el día 20 de octubre, nos juntamos en Cáceres treinta y tantos compañeros y compañeras de la Universidad para celebrar el veinticinco aniversario del final de la carrera. La Cuarta Plata, las bodas de plata de la cuarta promoción de Geografía e Historia de la Universidad de Extremadura (1977-1982). He retrasado el comentario en el blog porque no tenía ninguna imagen con qué ilustrarlo. Ya me ha llegado y la inserto aquí acompañada de otra de entonces (1978). Algunos estamos en ambas, aunque tan cambiados que parece que no. Más allá de inconvenientes fisionómicos, me resulta significativa la composición general de cada una de las imágenes: el desorden y el orden, el desdén indumentario y la estética atildada, la movilidad y el hieratismo...

La mayoría ejerce la docencia: al menos cuatro se quedaron en la Universidad y son hoy profesores de Historia y otros muchos, de instituto. Además hay varias bibliotecarias y empleados de museos. Esos y algún otro como yo tenemos profesiones relacionadas con la carrera. Pero también hay empleados de ayuntamientos, funcionarios de prisiones, trabajadores de organismos públicos y de empresas privadas… "Humanistas" nos llamó Luis Merino, el decano de Letras, en el acto que se celebró por la mañana en la Biblioteca, junto a la Facultad. No sé si somos humanistas, pero sí humanos. Y no es ninguna obviedad. No en todos sitios te encuentras tanta cercanía tras tanto alejamiento.

Fue un día fantástico, sí. Porque alguien puede pensar que de este tipo de encuentros no sale nada bueno, que uno se topa con personas extrañas en la que ya no reconoce a los antiguos amigos. No fue así. Parecíamos los mismos. Sobre todo ellas. Hubo muchas risas y algún llanto emocionado. Era como si nos asomásemos a nuestro propio pasado y eso genera alegría y tristeza. Al final, nos despedimos con la satisfacción de haber comprobado que ―después de cinco lustros― la confianza y el afecto siguen vivos. Tengo la sensación de haber recuperado a treinta y tantos amigos y amigas.

sábado, 10 de noviembre de 2007

"Un momentín..."



Quiero dejar aquí escrita mi opinión antes de que, a partir de mañana, empiece a condicionarme la ajena. La resumo:
- Chavez no es un ejemplo de corrección política, pero tampoco lo es la actuación de las empresas españolas en Venezuela.
- Aznar no es un fascista. Fue el presidente de un gobierno elegido democráticamente, pero hay que joderse con algunas de las cosas que hace y dice.
- Zapatero ha hecho bien saliendo en defensa de su antecesor, pero hay que evitar tantos problemas y desaires en el exterior.
- El rey ha perdido los papeles, y nunca mejor dicho. Sin pero.

De cualquier manera, todo lo que digo no tiene ninguna importancia y demuestra una vez más mi escasa sintonía social. Mañana los nervios del rey serán elevados a la categoría de brío patriótico; Aznar, convertido en víctima; Chavez, en el único bribón, y lo de Zapatero, silenciado.

En fin, lo mejor ha sido la indicación de Zapatero al rey en plena trifulca: "un momentín..."

La mujer y el fraile


Hay una historia de mi infancia que nunca he logrado reconstruir del todo y por eso tampoco he sido capaz de olvidarla. Tenía unos catorce años y, no sé cómo, traté durante un tiempo a una ricachona bohemia y a un fraile. Ambos ya eran mayores. Ella era una mujer enjuta, solitaria, fumadora, llena de joyas, viajera de un lado para otro. Cuando pasaba por Zafra se hospedaba en el Parador. A veces se le veía, acodada y bebida, en las barras de los bares de la plaza Grande. Él era un viejo misionero claretiano que, tras muchos años en América y África, vivía entonces en el convento de El Rosario.

A los tres nos unían los sellos. Y nos reuníamos para intercambiarlos en una de las estancias del cenobio. Recuerdo vagamente alguna conversación de política (eran los últimos meses del franquismo) y una referencia al asesinato de John F. Kennedy (que el fraile atribuía a su condición de católico). Ambos me trataban como si yo fuera un adulto y me contaban algunas de sus peripecias por el mundo. Tras varios encuentros, aquella relación se acabó y nunca más supe de ellos.

La historia es extraña y mi memoria la conserva hecha jirones. Quizá por ello nunca he sido capaz de quitármela de la cabeza. Merecería el sosiego de un recuerdo nítido. Sólo así podría olvidarla.

viernes, 9 de noviembre de 2007

iPhone (un minuto de publicidad)


Siempre me han gustado los nuevos aparatos tecnológicos. Eso sí, sólo como mero usuario. Además de dormirme diariamente enganchado a una radio con pinganillo, cambio de teléfono móvil frecuentemente, tuve una PDA ―aunque no la utilicé demasiado―, he usado mp3 y desde hace diez años no me separo de un ordenador portátil.

Nada extraño para lo que se ve hoy en día. El verdadero experto es Nacho, un amigo, que es el hombre-gadget. Es un apasionado del mundo Apple y conoce casi todos los artilugios que salen al mercado. Él fue, precisamente, quien me recomendó hace un mes que me comprara un iPhone en mi visita a N.Y. y quien me lo ha liberado para poder usarlo en España. El iPhone aún no se vende por aquí y
leo en la prensa que sólo desde ayer puede adquirirse en Alemanía y Gran Bretaña.

El aparatito se las trae. Además del elegante diseño, lo más innovador es la pantalla táctil y la existencia de un único botón de manejo. Es un teléfono, un iPod, un navegador de Internet, una agenda y, como cualquier móvil, tiene también cámara fotográfica. Lo que peor llevo es tener que escribir mensajes sin acentos ni ñ, pero seguro que ya habrá por ahí algo para evitarlo. Una excelente máquina.

lunes, 5 de noviembre de 2007

El siglo XIX en el Prado


A pesar de mis temores, cuando ayer llegué a la puerta de los Jerónimos del Museo del Prado no había cola alguna. A las cuatro de la tarde la mayoría de la gente aún apura la sobremesa. Aunque los que no lo hacen ya estaban todos dentro. Por eso pude visitar sin esperas ―aunque con apreturas― la exposición “El siglo XIX en el Prado”.

Son 95 pinturas y doce piezas escultóricas. Además de los numerosos retratos, destacan los cuadros que recrean pasajes históricos. El núcleo de la exposición es el historicismo. Aquí está buena parte de la pintura que ayudó a nuestros abuelos a imaginarse la historia de España. Y a nosotros mismos. El Madrazo de “La muerte de Viriato”, el Rosales de “Doña Isabel la Católica dictando su testamento” o el Casado de Alisal de “La Rendición de Bailén” ―por citar tres de muchos― son arquetipos visuales transmitidos junto a una interpretación tradicional de la historia. Como lo es, aunque de la historia del liberalismo, el soberbio lienzo de Gisbert “Fusilamiento de Torrijos y de sus compañeros en las playas de Málaga” a quien servirían de inspiración la recreación de los hechos de Espronceda:

Helos allí: junto a la mar bravía
cadáveres están ¡ay! los que fueron
honra del libre, y con su muerte dieron
almas al cielo, a España nombradía.

Ansia de patria y libertad henchía
sus nobles pechos que jamás temieron,
y las costas de Málaga los vieron
cual sol de gloria un desdichado día.


La exposición es soberbia y tiene sorpresas. Como el cuadro de José Jiménez Aranda “Una esclava en venta”, de encuadre inusual y de tema insólito, o casi insolente hoy en día.


Las nuevas instalaciones y la reforma de Moneo, excelentes. Un par de horas después de haber entrado, dejo el museo para coger el avión para Galicia. Eso sí, antes la cita obligada: sala 36 y “Perro semihundido”.

martes, 30 de octubre de 2007

Sobre la autenticidad de la carta acerca del asesinato de Lorca



A comienzos del mes pasado hice referencia aquí a la infame carta de Manuel Luna a Melchor Fernández Almagro dando cuenta del asesinato de Lorca. Mi artículo, titulado "Carta sobre el asesinato de Lorca", seguido unos días después de otro en el que transcribía el de Fernandez Almagro, "Genealogía de los rojos", generó algunos comentarios que dudaban de la autenticidad de la carta. Me escribe ahora Víctor Fernández, investigador que la sacó a la luz y me cuenta lo siguiente, que publico con su permiso:

Soy Víctor Fernández, el autor del artículo en el diario "La Razón" donde se daba a conocer la carta del asesino de Lorca por primera vez. He encontrado navegando por la red su blog en el que reproduce la misiva y he visto algunos de los comentarios que ésta ha generado, especialmente el del profesor Francisco Espinosa. Permítame un par de apuntes puesto que he visto que se pone en duda la autenticidad del documento.
Ante todo, la carta es real. Tengo una fotocopia de la misma y un fragmento de ella se expuso por primera vez en 1998, en la exposición que se dedicó en Granada a Lorca con motivo de su centenario. Creo que los datos del enfermo Manuel Luna son reales. Existe el artículo de "Genealogía de los rojos", existió un Manuel Luna en Granada y existieron los nombres que da de asesinados. La carta sí está fechada, concretamente el 9 de mayo de 1939, detalle que reproduzco en mi texto. Por eso me sorprenden las dudas del profesor Espinosa, al que por cierto admiro por sus trabajos sobre la represión de Queipo.
Cuando uno encuentra un material de estas características, piensa que lo mejor es difundirlo, que todos sepan de su existencia. Por eso en su momento entregué fotocopias del manuscrito a la Fundación García Lorca, en Madrid, y a Ian Gibson, gran historiador y buen amigo, que la incluye en su nuevo libro sobre la muerte del poeta.
Mis dudas están en saber más de ese episodio. ¿Llegaron a verse Luna y Fernández Almagro? ¿Qué amistad tenía Luna con Ramón Ruiz Alonso? ¿Qué sabía Marañón del asesinato de Lorca? Demasiadas preguntas por responder aún.

lunes, 29 de octubre de 2007

El campo de concentración de Castuera



Tras años de investigación, Antonio D. López Rodríguez, licenciado en Historia por la Universidad de Extremadura, ha publicado Cruz, bandera y caudillo. El campo de concentración de Castuera (CEDER La Serena, Badajoz, 2006), un estudio sobre la corta pero nociva existencia de este campo que algunos no han dudado en calificar "de exterminio".
Con prólogo del historiador Javier Rodrigo, experto en temas carcelarios, el libro relata los pormenores y la historia de un espacio de infamia cuyo dudoso honor es haberse convertido en uno de los símbolos de la guerra civil en Extremadura.
El libro se presenta el martes próximo, 30 de octubre, a las 20.30 horas, en el salón de actos del MEAIC (C/Virgen de Guadalupe, 7) de Badajoz. El acto lo organiza el Grupo de Estudios de Historia Contemporánea de Extremadura.

domingo, 28 de octubre de 2007

Fernando Aramburu premiado con el "Dulce Chacón" de narrativa española


El escritor vasco Fernando Aramburu ha ganado el IV Premio Dulce Chacón de narrativa española con su obra Los peces de la amargura editada por Tusquet. El jurado se reunió en Zafra el viernes pasado presidido por Rosa Regás e integrado por Ignacio Martínez de Pisón, Félix Grande, Luis García Jambrina, Soledad Puértolas, Isabel María Pérez, María del Carmen Rodríguez y Luciano Feria. Los otros finalistas han sido El abrecartas (Anagrama), de Vicente Molina Foix; La piedra en el corazón (Círculo de Lectores), de Luis Mateo Díez; Llámame Brooklyn (Destino), de Eduardo Lago y Ninguna necesidad (Mondadori), de Julián Rodríguez, aunque parece que el asunto se dilucidó finalmente entre Aramburu y Molina Foix, reproduciendo así, pero con resultado inverso, el debate final de hace diez días en el jurado del Premio Nacional de Narrativa que acabó ganando el escritor catalán.

Los peces de Aramburu se unen a El comprador de aniversarios de Adolfo García Ortega (Ollero y Ramos), Invasor de Fernando Marías (Destino) y Enterrar a los muertos de Ignacio Martínez de Pisón (Seis Barral) en el cuadro de honor de este premio, creado en 2004 como homenaje a la escritora zafrense.

Ya elogié aquí hace unos meses los relatos de
Los peces de la amargura, por eso más que hablar ahora del galardonado me gustaría hacerlo sobre el galardón. Porque el premio "Dulce Chacón" es uno de los más singulares y honestos de los que se otorgan en España.

El proceso del premio arrancó este año con la selección de los libros finalistas a partir de listas de tres títulos propuestas por dieciséis personas: los siete miembros del jurado con voto y nueve críticos literarios (Ernesto Ayala-Dip, Francisca Flores, Antonia Sande, Javier Goñi, Antonio Iturbe, Juan Ángel Juristo, José María Pozuelo, Carmen Rodríguez Santos y Fernando Valls). Según dicen las actas de selección de las obras finalistas, recogidas todas las candidaturas, se obtuvo una lista de 25 libros, sobre los que cada miembro del jurado eligió 6, adjudicándoles distintas puntuaciones según el orden de preferencia: 10, 8, 6, 5, 4, 3 puntos, de primero a sexto, respectivamente. De ahí surgieron los cinco finalistas entre los que el jurado ha elegido al premiado. Pero además, y para incrementar el perfil participativo del premio, el voto de la concejala de cultura es sugerido por una comisión popular de lectores que presenta sus resultados en un acto público (ver cartel anunciador).

En fin, un premio transparente y hasta participativo detrás del cual está la abnegación y el buen hacer del poeta Luciano Feria, que ejerce de secretario ―sin voto― del jurado.

sábado, 27 de octubre de 2007

Asociaciones


Hay quienes ni pertenecen ni han pertenecido nunca a una asociación. Van por libre. A veces por autosuficiencia, a veces por individualismo o por la socorrida falta de tiempo. Pero el número de cuotas de asociaciones que nos pasan al año por el banco supone un índice de nuestra, llamémosle, “vitalidad social”. Lo de no existes sin los otros ya lo coloqué en un poema hace veinte años, aunque en mi caso más que un verso es una declaración vital. No existes sin la familia, sin los amigos… pero creo que también se pierde una parte importante de sí al no pertenecer a alguna peña, grupo o asociación.

Yo estoy cumplido. Además de a Comisiones Obreras, a algún partido político de arte y ensayo y a la comunidad de vecinos, ahora pertenezco a cinco asociaciones más: la de Escritores de Extremadura, la de Bibliófilos extremeños, el Grupo de Estudios de Historia Contemporánea de Extremadura, el Centro de Iniciativas Turísticas de Zafra y la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica “José González Barrero”.

Precisamente de esta última tuvimos ayer, la junta directiva, reunión. Hablamos ―como en toda asociación― de hacer cosas juntos, de construir sociedad colectivamente, de ser con los otros.



En la foto y de izquierda a derecha, Justo Calderón, Teodomiro Trujillo, Lorenzo Suárez, Libertad González, Juan García Gutiérrez y Tomás Rayego, parte de la junta directiva de la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica “José González Barrero”

domingo, 21 de octubre de 2007

La última librería en español de NY




El viaje a Nueva York me ha sugerido muchos apuntes y notas. Uno de ellos, que recupero ahora, casi dos semanas ya desde el regreso, hace referencia al cierre de Lectorum, la mejor librería de las dedicadas a libros en español de toda la ciudad. A pesar del enorme número de hispanohablantes, la oferta de libros en español de NY no es muy amplia (alguien lo ha señalado: no hay libros en español en países anglosajones). Desaparecido el inmenso almacén en el Bronx de Eliseo Torres ―cuyos fondos adquirió Abelardo Linares, de la librería sevillana Renacimiento― sólo quedan libros de este tipo en los Strand Bookstore y en Lectorum.

Pasé primero por el Strand Bookstore de Broadway esquina con la calle 12. Muchísimos libros en la que está considerada la mayor librería de viejo del mundo pero una pobre estantería de español donde no había nada estimable. Después nos encaminamos a Lectorum, en la calle 14, entre las avenidas sexta y séptima. El sitio me lo había recomendado José Miguel Martínez Torrejón, un zafrense que ejerce de profesor de español en el Queens College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Me decía que estaban cerrándola. Y, en efecto, cuando llego está cerrada desde hace un par de días aunque por los cristales se ve a varias personas cogiendo libros de los inmensos estantes y apilándolos en el suelo. Llamo y un hombre me abre. Tiene acento hispanoamericano. Le hablo de mi interés por echar un vistazo. Y, como sugiriéndome la única contraseña que puede franquearme la entrada, me pregunta si soy profesor. Le digo que sí sin dudarlo. Me dice que espere en la puerta. Vuelve a entrar y cierra tras de sí. Al momento aparece otro hombre, que parece el jefe, y también me interroga. Por fin me deja entrar.

Cerraron el día 29 de septiembre y ya están clasificando los libros para llevárselos. Eva y yo echamos un vistazo a lo que nos dejan ver: literatura. Mucho Losada y muchos escritores hispanoamericanos. Miro por el rabillo del ojo el resto de los estantes que me están vedados. Me incomoda pensar que estoy molestando. Compro algunos libros al 20% de descuento y nos vamos. Son los últimos que pueden adquirirse directamente en la mejor librería en español de NY y que
trabaja ya sólo por internet.

Como dice
Javier Rioyo a cuenta del cierre de Lectorum, ahora es cuando más español se habla en Estados Unidos, pensaba que era cuando más de leía. No debe ser así. O no leen, o lo que leen lo encuentran en otras superficies.

sábado, 20 de octubre de 2007

Barrancos y la otra "columna de los ocho mil"



Barrancos es una localidad singular. Situada a tiro de piedra de Encinasola, casi en el límite entre Extremadura y Andalucia por Huelva, es de las poblaciones portuguesas más españolas. Sus habitantes dicen con cierta guasa que hablan el barranqueño, un portugués con tantas herencias castellanas que el resto de los portugueses casi no lo identifica con su lengua.

Estuve el pasado sábado por allí. Se presentaba el libro de la antropóloga Maria Dulce Antunes Simões Barrancos na encruzilhada da Guerra Civil de Espanha donde se narran los hechos protagonizados por mil extremeños ―de Fregenal, de Oliva, de Jerez…― que en septiembre de 1936 salieron de España buscando refugio en Portugal. En Barrancos fueron protegidos por el teniente de carabineros Antonio Augusto de Seixas que, tras mantenerlos varias semanas en dos campos de concentración improvisados, logró embarcarlos en el buque Niassa rumbo a Tarragona. Este éxodo de los extremeños hacia Barrancos es ―aunque menos numeroso― el complemento de otro, el de los ocho mil que por las mismas fechas acabaron diezmados en dirección contraria, cerca de Fuente del Arco.

El libro arranca con las memorias de un hijo de Seixas, Gentil de Valladares, que narra cómo vivió los hechos desde sus veintitantos años. Además, Francisco Espinosa nos ofrece un estudio histórico con la peripecia de los refugiados. La otra mitad del libro la ocupa un texto antropológico de Dulce Simões, titulado “Relaciones sociales, poderes y resistencias”, donde se analiza la singularidad de Barrancos como pueblo de frontera y sus principales rasgos durante esos años.

El acto, en el patio del museo de la localidad, a las 4 de la tarde y bajo un sol de justicia, resultó entrañable. Varios ancianos de uno y otro lado de la raya asistieron emocionados en primera fila. Y, además de Paco Espinosa desde la tribuna, estuvieron presentes amigos y conocidos como el periodista Alonso de la Torre, el abogado José Manuel Corbacho y los “morrimer” Ángel Hernández y Fernando Ramos. Fue un encuentro en la frontera de alentejanos y extremeños a propósito de una memoria compartida.

viernes, 19 de octubre de 2007

Manolo Peláez corrige a Millás a propósito de Servet

Incorrección histórica.


El 12 de octubre del presente, don Juan José Millás escribe una columna en la última página de su diario titulada Cine 'gore'. Suscribo el sentido e incluso la letra del texto. Sin embargo, en el mismo se desliza un error, propio de la ligereza con que a veces se abordan las citas históricas. Millás escribe: "Torquemada pronunciaba una jaculatoria cada vez que apretaba la tuerca del potro en el que agonizaba un pobre infeliz partidario de la doble circulación de la sangre...".
Con seguridad el señor Millás desconoce que el inquisidor general fray Tomás de Torquemada (1420-1498) fue designado para tal cargo en 1483 en los territorios de la Corona de Castilla, mientras que Miguel Servet (1511-1553), médico y teólogo al que se refiere de manera indirecta aludiendo a uno de sus partidarios al final de la cita, descubrió y describió en su Christianisimi Restitutio la circulación menor o pulmonar de la sangre y el paso de ésta del ventrículo derecho al izquierdo del corazón después de pasar por los pulmones poco antes de 1538, en que abandona su estancia en París huyendo de la Inquisición española. Se deduce de lo anterior que Torquemada había muerto más de 30 años antes de los logros de Servet y, por tanto, difícilmente pudo apretar tuerca de potro alguno contra los seguidores del insigne científico aragonés, que murió quemado en la hoguera en 1553.


(Manuel J. Peláez García. Zafra. Publicado en la sección "Cartas al Director" de El País, 19/10/2007)

lunes, 15 de octubre de 2007

El error de ETA

ETA va a acabar matando a alguien. En las últimas ocasiones ha fallado, pero no descansará hasta acabar con la vida de algún inocente. Hubo una época en que hasta los fallos de ETA eran triunfos para ella. Creíamos que eran asesinos infalibles y que sus errores eran amagos tácticos, fallas estratégicas.

No sé si realmente alguna vez fue así, pero ahora sus errores sólo son las torpezas de un animal que se sabe viejo en su maldad. Y es patético que estos últimos coletazos los estén protagonizando jóvenes, sangre fresca que busca sangre, cuya destreza ―que habría que suponer propia de la edad― se anula por el temblor senil de la banda que les amamanta.

ETA va a acabar matando a alguien. Y ese, como siempre, será su gran error.

domingo, 14 de octubre de 2007

Nunca hubo un 14 de octubre de 1582


Los historiadores trabajamos con fechas y pensar que algún día no haya existido nos desasosiega. Es una paradoja historiográfica imposible. Ese desajuste entre la convención del calendario y la pura realidad del tiempo fluyendo es un asunto difícil de admitir para quienes fechamos el pasado.

Pero el caso es que nunca hubo un 14 de octubre de 1582. Ni un 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12 o 13 de octubre de 1582. Diez días inexistentes para ajustar el antiguo calendario juliano hasta entonces vigente con el que desde esa fecha se llama gregoriano. Desde que Julio César instituyó en el año 46 a. C. el calendario solar de su nombre se venía produciendo una diferencia de 11 minutos y 14 segundos cada doce meses entre el año juliano y el año trópico, de tal forma que en 1582 el adelanto del calendario era ya de 10 días sobre la sucesión de las estaciones. Por eso se decidió ajustar el calendario, aunque sólo Italia, Portugal, España y Polonia lo hicieron ese año, incorporándose el resto de los países años y hasta siglos después.

La decisión provocó confusiones y situaciones insólitas. Las más conocidas están relacionadas con la muerte de Teresa de Jesús (murió el día 4 de octubre y fue enterrada el día 15, esto es, al día siguiente) y con la supuesta coincidencia en la fecha de la muerte de Cervantes y Shakespeare, el 23 de abril de 1616. El escritor español no murió el 23 sino el 22 (el 23 se enterró), pero es que además ―como en Inglaterra seguía en vigor el calendario juliano― el 23 de abril de 1616 inglés fue diez días después que el español.

Se me va la cabeza figurándome los desvaríos cotidianos que produjo la desaparición de esos días. La verdad es que estamos acostumbrados anualmente a otras minúsculas pérdidas de calendario. Con lo del adelanto de la hora se volatilizan 60 minutos cada año que después se recuperan, pero de ahí a diez días hay un trecho.

El fin, llevamos diez días sin poder conmemorar el 425 aniversario de nada ni de nadie.

viernes, 12 de octubre de 2007

Dos cartas sobre memoria histórica


Dos cartas en la sección de opinión de dos diarios son de lo mejor que se publica en la prensa de hoy sobre memoria histórica. Ambas tratan de Extremadura.



Memoria histórica
«¿Quién es?». «¿La Benemérita!», se escuchó al otro lado. Con el cuerpo agarrotado por el miedo abrió la puerta. «¿Venimos a por Andrés!». «¿A dónde lo llevan?». «¿A dar un paseo!». «Pero... ¿por qué? ¿Él no ha hecho nada!». Andrés bajó la cabeza resignado, se quitó la boina y la colgó de la alcayata de detrás de la puerta con cuidado, como si pensara recogerla más tarde.
«¿Él no ha hecho nada! ¿Por qué se lo llevan?», preguntó de nuevo Juana, su mujer. Un portazo fue la respuesta. Todos sabían que el 'paseo' acababa junto a la pared de detrás del cementerio, cubierta de hiedra y rosales silvestres, ideal para ocultar las atrocidades y miserias que es capaz de cometer el ser vivo que se autoproclama 'humano'.
Pero no, no termina la historia como podría temerse. Andrés pudo recoger la boina de la alcayata. No, no fue porque le encontraran inocente en un juicio que nunca pensaron hacerle, fue por lo único por lo que se podían salvar: por la suerte. Sí, la suerte de cruzarse durante el 'paseo' con el terrateniente para el que trabajaba en su gran finca. Su amo lo reconoció y paró a los dos guardias. «¿Dónde lo llevan?». «A la pared, señor». «No, esto debe ser un error, lo necesito en mi cortijo. Suéltenlo o hablaré con sus superiores».
Así, gracias a un tipo de 'juicio' bastante peculiar le fue conmutada la pena y pudo volver a casa, formar una familia, nacer mi padre y estar yo contándoles esto mientras observo a mi hijo de 5 meses... y esto ocurría un tiempo después de acabada la guerra.
Por favor, los que digan que hubo muertes en los dos lados y que esta ley sólo viene a remover fantasmas del pasado, piensen esto: las víctimas del lado vencedor tuvieron 40 años para ser homenajeados, beatificados y encumbrados como héroes, los del lado perdedor siguieron cayendo después de terminada la contienda y sólo tuvieron un hoyo junto a una cuneta o al lado de la pared del cementerio... y algunos ni eso.


Miguel Romano Romero, Puebla de la Calzada, (Publicada en HOY, 12-10-07)



España, 1936-2007
Es Jerez de los Caballeros una hermosa población de la provincia de Badajoz. Allí nació mi abuela y murió mi abuelo. El 21 de septiembre de 1936 no hubo guerra, sólo una rueda interminable de fusilamientos. Y cabezas de mujeres rapadas. Y expolio de propiedades de los vencidos. Y miedo, mucho miedo. Ningún jerezano de derechas fue asesinado antes de la conquista. Fueron encarcelados por la autoridad republicana y eso les salvó.
El 21 de septiembre de 2006 era yo quien entraba en Jerez de los Caballeros. Acudí al homenaje de los republicanos fusilados. Y a buscar a mi abuelo. Oí historias inimaginables. Hice amigos. Entre éstos, una mujer a quien la violencia le había arrebatado dos hermanos, José y Francisco. A Francisco le enterró en el pueblo tras recoger su cuerpo del cementerio de Bermeo (Vizcaya), donde fue cristianamente sepultado tras morir en el País Vasco, combatiendo en las filas del ejército de Franco. Era católico. Como la madre de mi amiga, ferviente, celosa cumplidora de sus deberes para con su Iglesia. Tan devota que hizo prometer a su hija antes de morir que en cuanto "se pudiera" enterraría a su otro hijo, José, como a un auténtico cristiano. José fue fusilado por falangistas el 3 de octubre de 1936, contra las paredes del cementerio. La única acusación que conocieron fue, años después, bajo secreto de confesión, que había reído ante el paso de los presos de derechas cuando eran llevados a trabajar. Tenía 23 años. Lo enterraron en una fosa común exhumada en el cementerio de Jerez de los Caballeros en 1981. Mi amiga decidió que no podía dejar allí a sus otros conciudadanos. En ese momento, 65. Hay en el cementerio de Jerez de los Caballeros un mausoleo en cuya lápida blanca grabaron: "Holocausto. 1936-1939". Y la paloma de la paz de Picasso. Mi amiga me contó que no se atrevieron a poner los nombres de los republicanos por "no abrir viejas heridas".
Años más tarde, antes de fallecer la madre de mi amiga, recibieron una sorprendente visita. Eran dos sacerdotes que venían a ofrecer la posibilidad de emprender el proceso para proclamar mártir a su hijo Francisco, caído por Dios y por España en el frente del País Vasco. Me cuenta mi amiga que su madre les dijo a los ministros de su amada Iglesia católica que ella conocía mejor que nadie a Francisco. Y a su otro hijo José. Y que si bien ambos eran muchachos de buen corazón y mejores actos, si por su forma de actuar en la vida alguno podía ser denominado santo, ése era su hijo José. Cuenta mi amiga que tras insistir brevemente, los sacerdotes salieron de su casa. Ni el próximo 28 de octubre, ni ningún otro día, los nombres de Francisco y de José serán mencionados en la plaza de San Pedro de Roma.


Pedro Delgado Sánchez, Madrid (Publicada en El País, 12-10-07)

domingo, 7 de octubre de 2007

Hispanic Society


No podía venir a Nueva York y dejar sin visitar la Hispanic Society: Lo primero que sorprende es su ubicación, en pleno Harlem. En la 155 con Broadway me encuentro un edificio neoclásico, levantado a comienzos de siglo por Archer Milton Huntington (1870-1955), un poeta y bibliófilo multimillonario que heredó la fortuna de su padre ―dueño de unos ferrocarriles― y con ella creó esta sociedad dedicada a lo hispánico.

Ayer, cuando visitaba el MOMA, tenía la fantasía de poder recorrer algún día un museo completamente solo, sin los centenares de personas que se cruzan cuando miras un cuadro. Hoy he podido cumplir ese sueño. En la Hispanic Society no hay nadie cuando entro en la sala principal. Enfrente está la duquesa de Alba de Goya vestida de maja y cerca cuadros de Zurbarán, El Greco, Murillo, Velázquez… Hay un aire de decadencia y un silencio que estremece. Me demoro en los anaqueles que exhiben piezas prehistóricas y me sorprende algún lienzo, como el de Marcos Correa y un trompe l’oeil del siglo XVII. Sólo faltan los famosos cuadros con escenas provincianas de Sorolla, que han viajado a España para una exposición en Valencia.

Después pregunto por la biblioteca. No hay nadie. Me atiende un joven hispano amabilísimo. Otra vez esa sensación de entrar en un santuario. En las paredes, una galería de retratos de escritores e intelectuales del primer tercio del siglo XX. No me puedo ir sin pedir un libro. Reclamo algunos ejemplares del Semanario patriótico de 1808. Durante unos minutos hojeo ese periódico de la resistencia española frente a Napoleón y tengo la sensación de hacerlo desde un bastión que también ejerce cierto tipo de resistencia, que no es tanto la del español frente al inglés como la de la cultura frente a la incuria, la de aquí y la de España.

sábado, 6 de octubre de 2007

Paseos por Manhattan

Nueva York es un animal ruidoso. Ruge y serpentea por las calles durante la noche. Vela nuestro sueño acostado sobre el asfalto. Cuando bajamos, recién abierto el día, ya ha desaparecido. Pero siguen sus bramidos ―sirenas, claxones―, sus quejas de bestia humanísima.

Esta ciudad es para andar sobre sus lomos. Hemos recorrido decenas de kilómetros y aunque este es un viaje variopinto en medios de transporte ―avión, bus, ferry, teleférico, taxi―, la mayoría de las distancias las hemos agotado a pie.

Desde Battery Park recorremos los primeros tramos de Broadway. Es la zona donde estaban las torres gemelas, y el centro financiero de la ciudad. Ejecutivos con carteras hormiguean rumiando perritos calientes y donuts. Más arriba, en Lafayette, unas orientales nos piden que las sigamos por una escalera mugrienta. Nos dejamos llevar, advertidos previamente del juego: enseñarnos un cuchitril atestado de bolsos. Para llegar a él debemos subir una escalera larguísima y atravesar varias salas inhóspitas. Cierran detrás de nosotros, quizás para evitar una policía inexistente. Cuando nos cansamos del juego, la mujer nos deja salir de mala gana. Comprar es una de las principales actividades de quienes visitan Nueva York. Y Chinatown es el lugar del comercio antiguo, con regateo y marcas trucadas (los trolex llaman a estos relojes). Es la ciudad que menos me interesa.

Little Italy es un trozo europeo en el corazón de Manhattan. Las casas son de pocos pisos y la gente se mueve por las calles con un desparpajo burgués semejante al de cualquier otra ciudad de la vieja Europa. Igual que en Greenwich Village, aunque aquí el ambiente es más canalla, con numerosas banderas del arco iris y tiendas de ropaje porno para gays. Este barrio, literario y bohemio, es el centro de los homosexuales y lesbianas de Nueva York. Como el Soho, entre Little Italy y el Village, es el barrio de los artistas. Son zonas que crean un cinturón urbano más amable entre los cíclopes del sur y del norte de la península.

Nuestro hotel está en pleno Midtown, en la calle 50 esquina con la Tercera Avenida. Los alrededores son parte de la Nueva York con arquitectura más reconocible. Inmensos edificios que compiten en altura e ingenio. Algunos tienen pequeñas plazas o lugares públicos en la planta baja, supongo que como compensación a la ciudad por la irregularidad urbanistica que tales alturas suponen. La Quinta Avenida, que arranca en el Village, en Washington Square Park, la hemos recorrido casi entera. Y también hemos llegado a ese centro simbólico del capitalismo comercial del mundo que es Time Square, donde se bifurcan Broadway y la Séptima, un despropósito de anuncios luminosos y paneles publicitarios.


Paseos por Manhattan. Recorremos la ciudad o la ciudad nos recorre, porque somos parte de este monstruo bellísimo que brama y serpentea sin descanso.

jueves, 4 de octubre de 2007

En memoria de Pablo Palazuelo (1915-2007)


No estabas tú, estaban tus despojos.

Luego y después de tanto
Morir no estaba el cuerpo
De la muerte.

Morir
No tiene cuerpo.
Estaba
Traslúcido el lugar
Donde tu cuerpo estuvo.

La piedra había sido removida.

No estabas tú, tu cuerpo, estaba
Sobrevivida al fin la transparencia.


(José Ángel Valente, Mandorla)

miércoles, 3 de octubre de 2007

A ras de suelo en Nueva York


Asesinado por el cielo. El verso de inicio de Poeta en Nueva York ―más allá de premoniciones― expresa esa sensación de inseguridad que provoca en el peatón andar entre tanto gigante de metal, hormigón y cristal.

Eva y yo estamos en Nueva York desde el domingo por la noche. Los dos primeros días los hemos dedicado a rutas de reconocimiento: ya hemos paseado por la Gran Manzana, cruzado Harlem, husmeado en Chinatown y asomado al Bronx; hemos subido al ferry de Staten Island, cruzado a la isla Roosevelt en el teleférico y subido al Empire State. El cupo turístico está medio hecho. Ahora nos moveremos buscando sitios. Hoy, por la milla de los museos.

Estoy impresionado. Algunos conocidos me decían que iba a visitar la capital del imperio, pero es un error y una injusticia hablar así; criminalizar a las ciudades por culpa de sus gobernantes. Nueva York es la ciudad, así, por antonomasia. Fascinante, bellísima, compleja. Un lugar contemporáneo, hecho en las ultimas décadas, cuyos vestigios más antiguos van poco más allá de comienzos del XX. Esa carencia de historia general hace ―como en todos los Estados Unidos― que la historia cinematográfica se convierta en los anales de la ciudad. Cada sitio se recuerda por lo que pasó en él en la ficción: aquí se rodó El silencio de los corderos, a este edificio subió el gorila King Kong, estas son las calles de La jungla de cristal… La Zona Cero es de los pocos lugares que se conocen por lo que pasó en realidad.

Pero además de la ciudad de las alturas y de los edificios, de la ciudad del vuelo ―como decían antes en las dehesas―, está la ciudad del suelo: gente de todo el mundo comiendo por la calle, hablando, mirando, jugando; gente moviéndose de un lado para otro, como nosotros.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Isaac Díaz Pardo


Después del pregón de Zafra me fui a Santiago de Compostela. Han sido días de trabajo intenso pero sarna con gusto no pica. Allí, tras el curro, he tenido tiempo ―quitado del sueño― para estar con amigos y conocer a gente interesante.

Aunque ni siquiera hubo vista al Obradoiro, esta estancia en Santiago no la olvidaré en mi vida. Félix Lozano se había empeñado ―y se lo agradezco― en que conociera el Instituto Galego de Información (IGI), una de las entidades vinculadas al grupo Sargadelos. Ya he hablado aquí de mi admiración por Sardagelos y por su fundador y, hasta hace poco dueño, Isaac Díaz Pardo.

Y digo hasta hace poco dueño, porque tras años de esfuerzo y después de montar una de las iniciativas de cultura y empresa más interesantes que conozco, a Díaz Pardo lo están echando de las empresas que creó. Una panda de contables ―para quienes la única variable posible para una empresa es la de la rentabilidad económica― lo han sacado fuera de la dirección de dos de las compañías que hoy forman Sargadelos (Cerámicas de Sargadelos y Cerámicas do Castro) y se ha refugiado en el Instituto Galego de Información, ubicado en un edificio que él diseñó en el Monte do Gozo de Santiago. Allí está la sede de Ediciós do Castro, los talleres de diseño y de exposiciones para las galerías Sargadelos, la secretaría del Novo Seminario de Estudos Galegos y los talleres de carpintería y mecánica necesarios para otros proyectos.

Xose Ramón Fandiño, Morris, es la mano derecha de Isaac y nos enseña el edificio donde siguen resistiendo once incondicionales del fundador. En la entrada, un cartel recuerda que llevan cuatro meses sin cobrar, maltratados por los nuevos administradores del grupo en su lucha contra Díaz Pardo. El edificio ―de diez mil metros cuadrados― da cuenta hoy sólo de un esplendor antiguo, pero sigue siendo una especie de trinchera en una lucha contra la mediocridad.

Alguna limpiadora, algún obrero con mono, varios investigadores… Entre las estancias destaca el impresionante auditorio, subterráneo y circular, donde las sillas ―diseñadas por el propio Isaac― se disponen alrededor de un escenario iluminado por un óculo central. Es el Panteón de Agripa de la cultura gallega.

Tras deambular por dependencias casi vacías llegamos a una sala con varias puertas, todas ellas abiertas. Sentado cerca de una mesa, entre libros y papeles, minúsculo, absorto en la escritura, está Isaac Díaz Pardo, 87 años, diseñador industrial, empresario, pintor, dibujante, ceramista, artista, escritor e intelectual. Lleva luchando y creando desde que le mataron al padre en el año 36. Junto a Castelao, es el hombre más relevante de la historia de Galicia. Cuando me lo presentan, le agarro la mano con las dos mías y me mira a los ojos. Nunca había tenido tan viva la sensación de estar ante alguien realmente importante.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Churretín en Churretilandia


Ayer, pregón en Zafra. Por el título ya supondréis cómo fue todo. Son actos sociales, pero también emocionales. Y a mí, me va la marcha. Soy churretín y este es el principal evento del churretinismo. Disfruté de lo lindo. Gracias a quienes os habéis interesado. Ahí va el arranque del texto:


Zafra debe casi todo al ingenio de quienes la habitan. Esta frase, hallada en un periódico antiguo, me da el pie de este pregón, con cuya lectura me honráis inmerecidamente.

No hay aquí, que sepamos, riqueza alguna en el subsuelo ni nuestros campos son tan extensos y feraces como para que la dedicación primordial de sus gentes hubiera sido agrícola o ganadera. Ni yacimientos que fundaran una opulencia minera ―como la que tuvo Azuaga― ni vides u olivos ―como en Los Barros― ni corretones cerdos entre las dehesas que, sacrificados y curados como en Jerez o Monesterio, asentaran una industria agroalimentaria pujante. Poco de eso hay en Zafra. Pero a falta de riquezas naturales ―y quizá por ello― aquí siempre se ha vivido del ingenio.

Poco a poco, allá por los siglos XII o XIII, a la gente le dio por bajar de El Castellar ―ese barco sin mar que cantara Felipe Álvarez― y poblar un lugar ventilado, sí, pero de escaso término, algún agua y veranos de fuego. Fundaron una ciudad sobre el puro ingenio, porque riqueza ―salvo la belleza del sitio― no había.

El ingenio de los comerciantes, que convirtieron las plazas Grande y Chica y la calle Sevilla en el zoco del sur de Extremadura. El de los obreros, cuyas manos y pericia fueron la materia prima de la economía local. El de los profesionales, que dotaron ―a una pequeña localidad― de servicios propios de una metrópoli. El de los escritores, que elevaron Zafra a la categoría de paisaje literario. Y el de la gente común y corriente, afanada en lo suyo pero sabedora de nacer y vivir en un lugar con encanto, en una ciudad con chispa.

Porque en Zafra hemos hablado mucho de duques y condes. Se ha historiado la plácida existencia de conventos e iglesias. Se ha seguido de cerca la vida de los poderosos. Pero casi nada se ha dicho de la gente común, de los desposeídos, de quienes sacaban adelante la vida sin más ayuda que la maña y la voluntad de Dios. Y ellos son los verdaderos depositarios del ingenio de la ciudad.


(...)



La imagen es el arquillo del pan. El aleph de Churretilandia.

viernes, 21 de septiembre de 2007

El poder de los filólogos

Escribo desde Barcelona. Ayer participé en una mesa redonda dentro de unas Jornadas sobre Externalización de Equipamientos y Servicios Culturales Públicos organizadas por la Universidad de Barcelona. He hablado de la externalización de los servicios culturales en el desarrollo de los territorios. Y he compartido mesa con Ferrán Farré, del Ayuntamiento de Hospitalet de Llobregat, y Xavier Suñol, del Instituto de Cultura de Barcelona.

Aunque con poco tiempo libre, he podido visitar Caixa Forum, dar algún paseo por la Rambla y comer en un par de sitios recomendables. En La Clara, restaurante presidido por esta espectacular foto con platos, me invita mi amigo Honorio Blasco, catalán de Tamurejo o extremeño de Barcelona. Y me habla, con sorna, del que llama poder de los filólogos en Cataluña, debido a la especialización académica de varios altos cargos de Esquerra Republicana obsesionados con concentrar en la lengua la identidad catalana. ¿Cómo es posible que Marsé, Vila Matas o Mendoza no formen parte de la delegación catalana en la feria de Frankfurt? La literatura en catalán sólo es una parte de la literatura de Cataluña. La otra parte es la literatura catalana escrita en castellano
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martes, 18 de septiembre de 2007

La frontera de Alonso de la Torre


Hace tiempo que tenía pendiente la lectura de La frontera que nunca existió de José Ramón Alonso de la Torre (Mérida, 2006). Alonso de la Torre es un profesor de Literatura conocido por sus artículos en prensa. Después de varios años de colaboración en El Periódico Extremadura fue fichado por HOY y en este diario mantiene una sección fija (“Vivir en la frontera”) que le ha convertido en el principal escritor de periódicos de la región. Y digo escritor de periódicos no para desmerecer su pericia literaria, sino para subrayarla aún más. Hay escritores que escriben en prensa, pero en Extremadura ninguno como él ha sido capaz de crear un universo conceptual y expresivo propio. Sus textos están llenos de nombres de personas y de topónimos, a modo de negritas de Umbral. Personajes y lugares que pueblan una saga ―de peripecias a veces amargas, a veces cómicas― escrita para la lectura por entregas y que por eso encuentra en las páginas de un diario su acomodo natural.

Alonso de la Torre tiene una forma peculiar de escribir, sugeridora y atractiva. Aúna la fluidez del texto periodístico con la hondura del literario. Sus artículos son mapas identitarios de esa Extremadura que él sintetiza en la condición de frontera. Ese carácter fronterizo de la región es el motivo principal de su literatura y este libro es una muestra diáfana de ella. Según sus palabras, es un recorrido por esa Raya portuguesa y española, extremeña, alentejana y lusitana, un viaje parsimonioso de pueblo en pueblo deteniéndonos en los restaurantes y las gasolineras, hablando con los enterradores, las pianistas, las camareras, los pastores y los jóvenes historiadores que viven en villas, aldeas y alquerias de una frontera que para ellos nunca existió, pero que ha marcado sus vidas hasta convertirlos en personajes de leyenda, en protagonistas de un cuento mágico donde no se distingue bien el ensueño de la realidad, donde se sabe muy bien quién es quién, pero nunca queda clara de dónde es cada quién.


En este libro, el mejor Alonso de la Torre es el que nos cuenta brillantes historias de bares fronterizos (como El Quinto Coño de La Codosera o El Cristo de Elvas), de pueblos o lugares limítrofes (como los del Val do Xálima o las Casas de la Duda de Valencia de Alcántara) y de personas de la frontera (como los cafeteros contrabandistas o el teniente Seixas de Barrancos). Con ellas concibe esta especie de elogio del mestizaje cuya lectura debería ser recomendada en las escuelas extremeñas para lograr que, de una vez por todas, nos demos la vuelta y dejemos de vivir de espaldas a Portugal.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Genealogía de los rojos


Un artículo anterior en este blog (“Carta sobre el asesinato de Lorca”, del 12 de septiembre pasado) ha suscitado varios comentarios, entre otros, del historiador Francisco Espinosa y del escritor Juan García Gutiérrez. A las dudas sobre la autenticidad de la carta firmada por Manuel Luna en la que se relatan algunos pormenores del asesinato del poeta granadino, se añadían incluso otras sobre la existencia del artículo de Melchor Fernández Almagro que provocó la misiva del tal Luna. Sánchez Paulette ya ha señalado que Gibson habla del caso en su último libro, y Espinosa ―que pone en tela de juicio todo este asunto― ha comprobado que el artículo está transcrito en los anexos de ese libro.

A falta del libro de Gibson, he recurrido a mi amigo Jordi Pedrosa para conseguir la reproducción de la página (nº 3) de La Vanguardia Española del 6 de mayo de 1939 donde aparece el artículo de Fernández Almagro y lo reproduzco a continuación íntegro. No es sino una pieza más de esa literatura sectaria y de propaganda que el franquismo convirtió en historiografía. Lo más significativo es que sea Melchor Fernández Almagro, un historiador de cierto prestigio, quien diga estas payasadas. Para ilustrar el artículo me sirvo del famosísimo anuncio de “Los rojos no usaban sombrero” utilizado por una conocida sombrerería madrileña durante los primeros años de la posguerra.


GENEALOGÍA DE LOS ROJOS
Extranjera tenía que ser —dado su alejamiento de nuestras realidades— la persona que acaba de preguntarnos:
―Pero, ¿es que, entre los rojos, no había más que criminales...?
Quien así expresaba cierto asombro, no se decidía a creer que en las redadas hechas por la Policía, de traidores a España, no figurasen hombres de pensamiento más o menos peligroso o envenenado, que por alguna circunstancia de su vida o de su carácter, pudiesen merecer, siquiera en grado mínimo, una presunción de buena fe; sino criminales natos y netos, responsables de delitos comunes, con todas sus consecuencias, sin nada que justificase, ni muchísimo menos, ninguna interpretación benigna de ideas y conductas. Criminales todos, en efecto...
Con veracidad irrecusable, afirmó Menéndez y Pelayo que ningún heterodoxo español se levantó jamás tres palmos sobre el suelo. Pero si no contamos, por ejemplo, con un protestante de talla digna de especial consideración, tampoco la ha alcanzado, ya en lo contemporáneo, afiliado alguno al socialismo o al anarquismo, herejías de nuestra edad. Unos y otros se han limitado a seguir, sin matices propios, desprovistos de personalidad intelectualmente estimable, las doctrinas, aprendidas en los libros… —si en los libros las aprendieron―, o en las conversaciones de los “clubs”, cafés y tabernas. El marxismo, al cabo, es una teoría, venenosa en grado máximo, pero teoría que requiere estudio. Y es típico de los marxistas españoles que llegaron a profesarla, sin pretensiones ideológicas de ninguna especie, como las manifestadas por sus correligionarios de los países escandinavos, de Bélgica o de Inglaterra, donde se infiltran por sinuosos caminos de proselitismo intelectual. Por lo que hace a España, las llamadas Casas del Pueblo no tenían otras puertas francas que la del odio a todo lo existente, y la del crimen, encubierto o palmario.
De suerte, que ninguno de los fementidos sujetos que han ganado, por salpicaduras de la sangre vertida, el titulo de “rojos”, puede contar con antecedentes de esta índole en la historia del pensamiento español, porque el capítulo que pudiera afectarles está por escribir, y la materia por ser producida.... El pensamiento español nunca ha sido rojo. Y si, entre otros fenómenos de menor cuantía, se ha dado el krausismo, es evidente que ni este trascendió a la masa, quedando confinado a unas cuantas tertulias universitarias, ni directamente influyó en la desmoralización de la conciencia popular. Los krausistas cometieron pecados y yerros, a los que no es ajeno el muy grave de sembrar las horrendas negaciones que han dado frutos de sangre, harto conocidos. Pero ellos, personalmente, no practicaron el crimen y aún se mostraron opuestos, con remilgos no sabemos hasta que punto sinceros, a la efusión de sangre.
Más que los hombres del 73, promotores de una República, antes contraría, al sentimiento nacional por sus principios que criminales por sus procedimientos, quienes marcan el abolengo de nuestros rojos de hoy son las turbas que en cualquier momento de nuestra azarosa historia contemporánea, se lanzaron al pillaje en toda su escala, al crimen en todas sus formas, al franco asesinato...
Plantado, en una de las encrucijadas que, de vez en cuando, solían presentar la opción alternativa a la ley o a la anarquía, don Francisco Martínez de la Rosa, en 1821, escapó por la fácil línea de la literatura al uso, diciendo unas palabras que bien pueden definir el equívoco propio del liberalismo democrático de la Monarquía constitucional y de la República burguesa. A saber: “No veo la imagen de la libertad en una furiosa bacante, recorriendo las calles con hachas y alaridos; la veo, la respeto, la adoro en la figura de una grave matrona que no se humilla ante el poder, que no se mancha ante el desorden…”
La invencible fuerza suasoria de la realidad en torno, hizo saber al buen Martínez de la Rosa que la matrona de su símil no sólo se manchaba con el desorden, sino con las violencias do mayor infamia, y que, pese a todos los distingos, se comportaba exactamente igual que la furiosa bacante por él apostrofada. Con una u otra retórica, han sido muchos los políticos que han creído, por modo análogo, que la libertad, paradójicamente, es una, prudente y dócil pupila, capaz de plegarse al gusto de sus tutores. Los republicanos de 1931 no recogieron lección alguna del pasado, y sin prever —porque unos no podían y otros no querían— la degradación del pueblo en plebe, se lanzaron al ensayo de un régimen sin principios, frenos, ni contrapesos. Las premisas de aquellos juristas con gorro frigio prejuzgaron la conclusión que los descamisados de siempre no tardaron en deducir.
En semejante proceso debieron reparar cuando guardasen memoria de Francisco Ferrer Guardia, verdadero progenitor del republicanismo que puso a España en trance de muerte. Este sí que quiso todo lo que las turbas ensayaron en 1909 y volvieron a realizar, en mucha mayor escala, con extensión e intensidad insuperables, en toda la España del Frente Popular. Ferrer Guardia empezó por ser un republicano progresista, de los que creían en Ruiz Zorrilla, empeñado en sacar de su chistera la paloma imposible de una “República de orden”. Y acabó siendo anarquista de los auténticos, de los que derivaron resueltamente al delito sin atenuaciones, seductor de mujeres para robarlas, confabulado con las Internacionales para toda empresa de destrucción, aquí o allá; inductor de terribles atentados, cuando no participante directo en su perpretación; flor genuina de las logias más caracterizadas, que hizo de la dinamita, de la tea y del puñal, instrumentos de acción política y de pedagogía societaria.
El tronco de los revolucionarios anarco-marxistas que hubieran dado al traste con nuestra España, de no mediar, providencialmente, la espada de Franco, está en Ferrer, y éste, a su vez, hinca sus raíces en la más infame tradición de los crímenes del siglo XIX. Sus discípulos inmediatos, los “jóvenes bárbaros de 1909”, a través de años y generaciones se enlazan, hacia atrás, con los que en el Trienio liberal asaltaron la Cárcel de la Corona, para asesinar al cura Vinuesa; con los que, en 1834, se dieron a feroz matanza de frailes; con la Mano Negra; con el bandolerismo andaluz: con los anarquistas del fin de siglo, que sembraron el terror en Barcelona… Y se enlazan, hacia adelante, con los pistoleros del sindicalismo y de otras tenebrosas organizaciones, dentro y fuera, de Cataluña; con los revolucionarios de 1917, que ya volaron trenes e iniciaron el macabro sistema de los “paseos”; con los dinamiteros de Asturias de 1934; con los que, bajo la capa del poder público, se especializaron, en estos últimos años, en los distintos ramos del crimen: asalto de fincas, incendio de edificios religiosos y civiles, caza de hombres...
No es otra la genealogía de los rojos, asesinos y desvalijadores de España. La existencia entre aquéllos de algún que otro abogado, de unos cuantos catedráticos y hasta de algunos sedicentes católicos, no quiso decir que en la siniestra familia ácrata-marxista se diesen matices varios de carácter ideológico o de extracción social, sino que todos, solidariamente, se hundían en una común traición a lo más puro y noble del genio hispánico.



M. Fernández Almagro

sábado, 15 de septiembre de 2007

30 cuadernillos



Una vez al año, todos los años, recibo dos paquetes con el membrete de la Asociación de Escritores Extremeños. Sé lo que son antes de abrirlos y lo hago con deleite: los cuadernillos editados por cada una de las aulas literarias de la Asociación con la muestra de la obra de los escritores invitados durante el año anterior.

Luis Muñoz, Nuno Júdice, Pilar González España, Luciano Feria, Laura Freixas, Adolfo García Ortega, Félix Grande, Emilio González Ferrín, Ángel Campos Pámpano, Fernando Beltrán, Isaac Rosa, Belén Gopegui, Inés Pedrosa, Felipe Benítez Reyes, Olvido García Valdés, Basilio Sánchez, Antonio Pereira, José María Guelbenzu, Luisa Castro, Benjamín Prado, Antonio Soler, José Luis Peixoto, Jesús Sánchez Adalid, Ignacio Martínez de Pisón, Julia Barella, Lorenzo Oliván y José Corredor-Matheos integran la hornada última.

Poetas, novelistas, ensayistas, que han pasado por el Aula José María Valverde (Cáceres), el Aula Enrique Díaz Canedo (Badajoz), el Aula Literaria Jesús Delgado Valhondo (Mérida), el Aula Literaria Carolina Coronado (Almendralejo), el Aula Literaria Guadiana (Don Benito-Villanueva de la Serena) o por el Seminario Humanístico de Zafra. Actividades que impulsa la Asociación de Escritores Extremeños en la que es la más notable iniciativa literaria de la región y que algún día merecería uno de esos reconocimientos que las instituciones públicas y los medios de comunicación otorgan.

Mientras tanto nos tenemos que conformar con los reconocimientos a nuestros poetas y escritores. El más reciente, el Premio Extremadura a la Creación, ha sido el otorgado a Basilio Sánchez, uno de los que han pasado por las aulas este último curso. Enhorabuena, Basilio.

La mujer que camina delante de su sombra.
Aquella a quien precede la luz como las aves
a las celebraciones del solsticio.

La que nada ha guardado para sí
salvo su juventud
y la piedra engarzada de las lágrimas.

Aquella que ha extendido su pelo sobre el árbol
que florece en otoño, la que es dócil
a las insinuaciones de sus hojas.

La mujer cuyas manos son las manos de un niño.

La que es visible ahora en el silencio,
la que ofrece sus ojos
al animal oscuro que mira mansamente.

La que ha estado conmigo desde el principio,
la mujer que ha trazado
la forma de las cosas con el agua que oculta.

(Basilio Sánchez. De La mirada apacible)


miércoles, 12 de septiembre de 2007

Carta sobre el asesinato de Lorca


Nunca leo La Razón. Quizás por eso ―y por despiste para seguirle el rastro en la red― me ha pasado desapercibido un interesante artículo publicado en ese periódico el 4 de junio de 2007. Se trata del resultado de una investigación que firma Víctor Fernández. A través del enlace original a La Razón no logro acceder al texto y he tenido que conocerlo completo a través del blog de Jordi Grau . El artículo se basa en la carta escrita -1937 o 1938- por un franquista granadino, Manuel Luna, conocido de Gregorio Marañón y que, por mediación de éste, lee un artículo de Melchor Fernández Almagro titulado “Genealogía de los rojos” y le escribe para felicitarle por su contenido. Aprovechando la misiva le cuenta su participación en varios fusilamientos, entre ellos el de Lorca.

El texto es espeluznante. Me quedo sin palabras, si alguien quiere saber las que les ha suscitado a otros,
lean.


Carta íntega de Manuel Luna a Melchor Fernández Almagro:

Muy señor mío y correligionario: Ayer estuve en la embajada y saludé al sr. Lequerica y al sr. Zulueta. Allí encontré a mi amigo el dr. Marañón y salimos juntos. Estoy algo enfermo y quería que me reconociera. Fuimos a su casa de Passy. Yendo en el Metro, sacó un número de "La Vanguardia" del bolsillo y me dio a leer un artículo de V. -"Genealogía de los rojos"- que me ha entusiasmado. Me dijo que le había gustado muchísimo, que le servirá de base y argumento para un trabajo suyo de los que envía a "La Nación" de Buenos Aires. Agregó que tiene V. toda la razón, que todos los izquierdistas de España han sido siempre unos criminales sedientos de sangre y no otra cosa, que el liberalismo, el republicanismo, el socialismo y el acratismo en España no han tenido jamás una sola figura y solo tontos explotables y bandidos explotadores, sin que haya habido entre ellos, desde los comuneros a Negrín, nadie digno de respeto o siquiera mención. Le repito que estaba entusiasmado con su artículo de V. y creo recordar que me dijo que había hablado de él con Lequerica y que éste fue de opinión de que debía ser reproducido por la prensa madrileña.


V. quizá no se acuerde de mí. Soy Manuel Luna, de los Luna de Antequera. Yo le conocí en Granada cuando era V. de las Juventudes Católicas. He vivido todo el glorioso movimiento primero en Granada, luego en Zaragoza y algún tiempo en Oviedo, después de la llegada de la columna de socorro gallega. En Granada me he distinguido bastante. Fui de los que asistieron, en una mañana de agosto, al fusilamiento, en el cementerio, ante las fosas abiertas, de setenta rojos, todos ellos bandidos, asesinos, criminales, violadores, incendiarios... Y gocé mucho, muchísimo, porque se lo merecían. Entre ellos estaban el presidente de la Diputación roja Virgilio Castilla, el ex gobernador rojo de Alicante Vicente Almagro, el alcalde rojo de Granada Montesinos (un médico), el ingeniero de caminos y ex diputado constituyente Santacruz, el ex alcalde de Granada Fajardo, el diputado Corro y otros más, médicos, catedráticos, abogados, ingenieros, procuradores, etc. Hicimos una buena limpia. Algunos días después cogimos al gran canalla de García Lorca -el peor de todos- y lo fusilamos en la Vega, junto a una acequia. ¡Qué cara ponía! Abrazaba los brazos al cielo. Pedía clemencia. ¡Cómo nos reíamos viendo sus gestos y sus muecas!Pertenecí a la ronda depuradora de Ruiz Alonso. Pero como le digo tuve que irme por asuntos particulares a Zaragoza y después a Oviedo. En ambas poblaciones ayudé también a la depuración. En Oviedo pasé un rato muy agradable viendo fusilar al miserable de Leopoldo Alas Argüelles, el hijo del repugnante Clarín. Ahora estoy en París y me río mucho viendo el miedo que tiene esta canalla francesa a los alemanes e italianos. ¡Qué diferencia entre nuestra gloriosa España nacionalista y esta Francia corrompida, podrida hasta los tuétanos! Por algo dice Marañón que aquí se ahoga y que está deseando verse en Madrid lo más cerca posible del Caudillo...

Volveré a Madrid pronto y espero hacerle en breve una visita en «Ya». Reciba el afecto de su amigo y paisano.


Retrato de Federico García Lorca, por Aguijarro