jueves, 28 de septiembre de 2006

Monumento en memoria de las víctimas de Badajoz en 1936


No pude asistir el viernes pasado en Badajoz a la inauguración de la escultura de Blanca Muñoz, junto al Palacio de Congresos, en homenaje a los asesinados de agosto de 1936 ni a la apertura de la exposición sobre la guerra civil cuyo comisario es Enrique Moradiellos. Sobre esta última hablaré en unos días, cuando pueda verla.

Acerca de la escultura me llegan quejas de varios amigos sobre cómo se desarrolló el acto inaugural y alguno, incluso, deplora la propia apariencia de la obra. Por las fotos que me envían no comparto estas opiniones estéticas: parece interesante la propuesta de la artista y “no da mal” en las imágenes que conozco, aunque la relación de la pieza con el motivo que dice inspirarla sea poco significativa. La autora arguye que cada 14 de agosto, aniversario de la toma de la ciudad, proyectará una galaxia espiral dentro de los límites de su base y que está formada por una serie de líneas que quedarán casi todo el año desordenadas sobre el suelo, salvo los días en torno a esa fecha.

Más allá de la controversia estética, lo que me preocupa es lo que me dicen del acto inaugural: no hubo ni un minuto de silencio, ni unas palabras, ni nada, todo se redujo al frío acto de correr la tela que lo cubría. Además no existe ni un humilde texto o cartel en el suelo o junto al monumento, que indique a qué o a quiénes, está dedicado el monumento.

La Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura reivindica que se coloque una placa junto al monumento, con el título de la obra y la oportuna dedicatoria. Además sigue siendo necesaria la instalación en el interior del palacio de un memorial, un pequeño espacio en recuerdo de los temibles hechos ocurridos en Badajoz en 1936 y que tuvieron en la derruida plaza de toros su principal símbolo.

martes, 26 de septiembre de 2006

Nuevo libro de Francisco Espinosa


Recibo hoy el último libro de Paco Espinosa, Contra el olvido. Historia y memoria de la guerra civil, publicado por Crítica y con prólogo de Alberto Reig Tapia. Con tiempo apenas para hojearlo, compruebo que se trata de una selección de algunos de los trabajos que complementan la labor emprendida durante los tres últimos lustros por este historiador extremeño. Junto a los títulos principales de su historiografía (La guerra civil en Huelva, La justicia de Queipo o La columna de la muerte), los textos aquí reunidos, la mayoría de ellos publicados pero de difícil localización, están lejos de ser la viruta en el suelo del taller del carpintero.
Aquellos que ya había leído, como "Literatura e Historia: el caso de Pascual Duarte o el crimen que nunca existió" (incluido en la obra homenaje a Josep Fontana), "Historia, memoria, olvido: la represión franquista" (del volumen que coordinó Arcángel Bedmar en Lucena) o "El fenómeno revisionista o los fantasmas de la derecha española" (publicado como libro exento en Badajoz el año pasado), son piezas, aunque breves, igualmente importantes en su trayectoria. Y otros que sólo conozco ahora, como "El cura y el falangista. Hinojos y Rociana, dos historias del 36" o "Agapito García Atadell en el infierno de Queipo" son propuestas sugerentes, cuya excelencia espero confirmar al leerlas.
La portada, de tonos morados, recuerda una placa republicana de Talavera del Tajo

jueves, 21 de septiembre de 2006

"Uno de los nuestros"


Se dice que Pio Cabanillas padre siempre preguntaba después de unas elecciones: ¿quiénes hemos ganado esta vez? No sé si el alcalde de Badajoz emula antes de tiempo al fallecido político franquista o es que ya (y faltan ocho meses) no da ni un duro por la opciones de su partido, el Popular, en los comicios autonómicos del año próximo en Extremadura. El caso es que sus declaraciones con motivo de la designación del sustituto de Juan Carlos Rodríguez Ibarra en la cabecera de la candidatura del PSOE han sido las más graciosas de todas las que he leido y escuchado estos días. Miguel Celdrán ha dicho que le gusta Guillermo Fernández Vara porque si el Partido Popular pierde las próximas elecciones al menos en la Junta habría alguien que ha pertenecido al PP.
Enternecedor.

sábado, 16 de septiembre de 2006

Puigdengolas


Desde hace unas semanas este blog tiene dos vidas. Una está aquí arriba y es la que se trenza con los artículos que publico y las anotaciones ocasionales de los lectores. No hay muchos sobresaltos y tanto las “entradas” como los comentarios se suceden remansadamente, pues escaso es el tiempo del que dispongo y modesto el interés que suscito. Pero, como en la famosa serie televisiva de hace unos lustros Arriba y abajo, también hay otra vida en el subsuelo de estas piedras del río. Y, para mi propia sorpresa, esta bitácora bulle ahí abajo, en los comentarios de una entrada antigua, la que titulé Extremadura en "El laberinto español", del 4 de mayo pasado. Allí una docena de lectores andan todavía enzarzados en un debate muy vivo sobre la guerra civil en Badajoz. Uno de los motivos de discusión es el armamento del que disponían los militares y milicianos que defendían la capital en agosto del 36.

He podido leer las memorias de Ildefonso Puigdengolas, el coronel que asumió la comandancia militar de Badajoz durante los días previos a la ocupación por parte de los sublevados. Me las ha pasado un amigo, que dispone de ellas desde mediados de 2003. Francisco Pilo citó en su último libro algunos fragmentos de este texto, que no quiso publicar íntegro para respetar la primicia de quien a él se lo había facilitado, alguien que al parecer prepara una tesis doctoral. Yo lo he recibido por otro conducto y estoy libre de compromiso alguno de confidencialidad. Por eso creo que debo citar las palabras de Puigdengolas que descubren el “secreto” acerca de las armas y los defensores de la ciudad y confirman —como ya destacó Francisco Espinosa en La columna de la muerte— que el número de ambos fue muy inferior a la leyenda.

Dice Puigdengolas que cuando llega a Badajoz en el atardecer del día 25 los campesinos que se mueven por la ciudad están armados de escopetas la mayoría. Y más adelante detalla que las armas recogidas por mí fueron las siguientes: 500 fusiles del Regimiento de Infª. nº 3, 400 que más tarde mandó Madrid y 200 del desarme de la Guardia Civil, los cuales distribuí en la siguiente forma: 150 que mandé a Mérida, 100 que más tarde entregué al Reg. de Infª. para armar a los soldados que volvieron de licencia y 15 que di a la estación de ferrocarril de Badajoz, para armar a los ferroviarios de ella, quedando por tanto para las Milicias 835. De estos pronto pude observar que próximamente a doscientos milicianos se habían ido a sus pueblos y, aunque se ordenó a los Alcaldes que regresaran éstos a Badajoz, nada pudo conseguirse, quedando por tanto 635 milicianos en la plaza.

De estos 635 milicianos Puigdengolas envió 120 a Mérida, 25 a Almorchón, 30 a Medellín, 30 a Puebla de Obando, 60 a Alburquerque y 20 para reforzar la columna de Martínez Cartón. De tal forma, dice el coronel -aunque aquí yerra en la resta-, que alrededor del día 12 de agosto el total de los milicianos que debían quedar en Badajoz, pero de cuyo número no respondo, era de 275 armados con fusil, 200 carabineros y próximamente unos cien soldados de Infantería.

miércoles, 13 de septiembre de 2006

El miedo



La viñeta de hoy de El Roto es una soberbia ilustración de una de las que el profesor Antonio Rodríguez de las Heras llamaba "siete regulaciones del conflicto": el miedo.

Junto con la sublimación, el favor, la culpabilidad, la desviación, la represión y la expulsión, uno de los instrumentos del poder para controlar a la sociedad, siempre potencialmente en conflicto con los del escenario.

Y Aznar desde la tira de Peridis, echando una mano, masculla: "España dividida e invadida"

Coetzee


Me lo prestó Benito Estrella recomendándome que lo leyera: Hombre lento, del nobel Coetzee (yo pronunciaba Coetzi, pero es Coezsía, me dice el también escritor Adolfo Gómez Tomé).

Es un relato sobre el desvalimiento del anciano Paul Rayment tras un accidente en el que pierde una pierna, y acerca de sus intentos por conseguir el afecto de una enfermera, Marijana, que le cuida en casa. En la página 93 el lector que asiste a la historia del viejo lisiado —amargado por la soledad y el barrunto de la muerte— se conmociona con la aparición en la novela de la escritora Elizabeth Costello que —como trasunto del propio Coetzee— es la autora del relato.

A partir de ese momento la relación irreal entre personaje y escritora —que discute con Rayment su comportamiento, le reconviene, le aconseja— se superpone sobre la peripecia real de los personajes, y Coetzee logra no sólo un relato moral sino una irónica reflexión metaliteraria.

sábado, 9 de septiembre de 2006

Mérito civil

José Durá, patrón
Bautista Molina, segundo patrón
Alvaro Domínguez, contramaestre
Jaime Valero, cocinero
Antonio Baeza, primero de máquinas
Juan Pascual Lafuente, segundo de máquinas
Jesús Nemiña, marinero
José Emilio Toba, marinero
Ramón Marcote, marinero
Manuel Pérez, marinero

Además, el patrón del "Francisco y Catalina" ha declarado que es suficiente con los 50.000 euros que les ha dado la Comunidad Valenciana, que no les hace falta ya más dinero de nadie.
Con los tiempos que corren, el mérito es doble.

viernes, 8 de septiembre de 2006

Acetre, 30 años


Hoy no hay duda: Acetre en Olivenza y en Canal Extremadura. Y así celebrar con ellos los 30 años. Me he perdido buena parte de su música, porque los conocí hace mucho menos. Creo que fue en Zafra... cinco o seis años, no sé. Forman parte de esa excelencia extremeña que hay que seguir aireando. Gente que hace bien las cosas. Da gusto escucharlos. Entre ellos y ellas, Diana Vara, espléndida, que colaboró con su violín en el homenaje al alcalde republicano de Zafra, José González, en abril de 2000.

domingo, 3 de septiembre de 2006

Épico


Acostumbrados a lo dramático o a lo lírico,

por fin lo épico.

sábado, 2 de septiembre de 2006



Sólo le falta la tilde,
como a la pacificacion

Los girasoles ciegos


Mi amigo Juan Santos Rincón me lo dejó hace unos días urgiéndome a que lo leyera pronto para evitarme más tiempo sin esa belleza.

Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez (Anagrama, 2004).

Hacía tiempo que no me conmovía tanto un libro. Está escrito como a cincel, porque así es la huella que deja esa palabra en la realidad que indaga y en el ánimo de uno. Cuatro historias tristes de derrota.

“Primera derrota: 1939” o la peripecia de un capitán del ejército franquista, que se rinde al republicano unas horas antes de la capitulación de éste.

“Segunda derrota: 1940” o la desgracia de un poeta de dieciocho años que escribe un cuaderno en una cueva, hasta morir junto a su mujer y a su bebé.

“Tercera derrota: 1941” o la duda de un reo que miente al militar que juzga su causa y salva la vida, pero un día decide elegir la libertad de decir la verdad y de morir .

“Cuarta derrota: 1942” o el acoso a un profesor que sólo sale de su escondite para defender a su compañera del baboseo de un diácono y después se tira de un balcón para que no lo encuentren vivo.

Cuatro historias que acaban con la muerte, como acaba la vida, pero también cuatro historias de libertad, de libertades extremas.

Una lectura grande, de las que ya nunca se olvidan.